Hacer hermoso lo feo

4 agosto, 2023 De mí

¿Alguna vez les ha pasado que quieren escribir sobre algo y cuando se dan cuenta ya pasaron cinco meses y no hay manera? Hoy estoy acá para, por fin, escribir sobre algo que tengo rondando en la cabeza desde que escuché la charla en la que Luis Villacinda invitó a Jimena Pons y Miguel Domínguez a hablar sobre libros y diseño. Fue una plática super rica en la que hubo mucho sobre el placer de leer libros físicos, pero también el placer de poseer esos objetos, de diseñarlos, de acercarlos a la gente.

Una de las ideas que me quedó en la cabeza esa noche, además de querer comprar todos los libros de La Sospecha y de la Casa Editorial 19-84, es algo de lo que habla Jimena por ahí del minuto 16, cuando se pregunta sobre la validez de presentar de una forma hermosa algo con un contenido horrible. Ella se topó con esta situación al editar libros periodísticos de Plaza Pública. En ese trabajo le tocó tomar testimoniales, entrevistas con textos que relatan situaciones dolorosas e incluso grotescas y hacer ediciones que se miran bien, que invitan a la lectura. Porque si algo define los libros que hace Jimena es que dan ganas de leerlos.

Yo sé que el debate sobre presentar de una forma hermosa algo horrible no es nuevo. Sé, también, que abundan los ejemplos en el arte sobre esa fascinación que nos produce esa contradicción enorme. Supongo que lo que me capturó esa noche de la charla fue escuchar a alguien que se apasiona por la tipografía, por los tipos de papel, por el contenido de los libros pero no le huye a esa responsabilidad que también tiene el arte sin necesidad de llegar a ponerse la etiqueta de “comprometido”, alguien que se esfuerza por hacer un producto hermoso cuyo contenido tiene una profundidad humana que debería hacernos reflexionar sobre la condición humana y nuestros errores.

Si tuviera que elegir un libro hermoso pero terrible, elegiría El señor presidente, de Asturias. Cuando alguien me pregunta qué creo de ese libro mi calificativo siempre es “terrible”, acompañado de la aclaración necesaria, no porque sea malo, sino porque describe cosas terribles. Es un libro que está, sin embargo, escrito de forma hermosa. Asturias usó en esa novela todo el amor que sentía por la sonoridad de las palabras, por ecos e imágenes que se van integrando para meternos en un ambiente angustiante del que uno no logra salir siendo la misma persona que fue antes de leerlo.

Los libros que diseña y edita Jimena proponen una forma hermosa de llegar a verdades terribles, el libro de Asturias no ha tenido siempre la suerte de ser un libro hermoso en cuanto a su formato físico, pero tiene una forma hermosa de llevarnos a la más cruel de las torturas que alguien haya podido imaginar. Dentro de toda la decadencia y dolor en la novela, yo creo que la tortura de Niña Fedina es la más terrible, simbólica y físicamente. Un bebé que llora de hambre de un lado de la pared, mientras su madre lo escucha del otro lado sin poder amamantarlo. El dolor que te lleva a la locura.

La pregunta sigue siendo válida, ¿qué tan válido es presentar de una forma hermosa lo grotesco, lo terrible? Si no quieren ir a leer El señor presidente, pues denle una oportunidad a la charla sobre libros y diseño o, por lo menos, busquen un libro bonito, una obra de arte y pregúntense qué tan terrible puede ser.