Se sube al carro dispuesta a terminar de escuchar el libro que ha traído y llevado durante días y días, por caminos de ida y vuelta. Cuando enciende el radio truena “karma chameleon” y es incapaz de quitarla hasta que, varios kilómetros después, el club de la cultura termina su interpretación. Ha venido pensando en que “karma is a bitch… only if you are”, y no está segura si ahora podrá seguir con el libro, si logrará ponerle atención a la historia de ese señor que le parece tan interesante. A pesar de que le parece tan interesante. Porque su mente ya se desvió por sendas que la llevan lejos del embotellamiento en que se metió por salir tarde. Quizás cantar en voz alta aliviaría la incertidumbre, repasar las declinaciones del dativo de rosa, sumar las placas de los carros rojos que van adelante, cualquier tren de pensamiento que le quite de la cabeza la idea de que las cosas le pasan porque no hace lo suficiente, porque no es suficiente. Hay días en que la música debería corresponder a un estado mental distinto, hay días en que toda la gente debería quedarse en su casa para que ella pudiera llegar a tiempo. Si alguna de las placas sumara 14 podría pensar en algún cuento de Borges y partir por una de sus infinitas puertas, cosa que es imposible porque al final tendría que sumar el uno y el cuatro, y no logra llegar muy lejos pensando en cuentos que tengan que ver con el 5. Se le termina el camino y solo tiene esa metáfora del karma y el camino como el continuo donde uno cosecha justo lo que sembró, espera que el regreso sea más productivo, espera terminar el libro y ya.
“Cualquier tren de pensamiento que le quite de la cabeza la idea de que las cosas le pasan porque no hace lo suficiente, porque no es suficiente” … esos días en que no basta con ver las flores.
Esos días, en efecto.