Un escritor se convierte en detective. El autor aparece como personaje. Hay un hombre que quiere descubrir el lenguaje de Dios y en ese proceso encierra a su hijo en la oscuridad durante años. Al final el detective que antes fue escritor recupera el oficio y su libro termina cuando se terminan las hojas en su libreta. No es un libro fácil porque Auster no hace concesiones. Es un libro hermoso porque en él las calles de Nueva York se convierten en laberintos.