En el mundo hay libros para todos los gustos, de todos los sabores y colores. Hay libros largos, largos (por lo regular rusos) en los que las descripciones del espacio físico reflejan la forma de ser y pensar de los personajes, ¿qué sería de los hermanos karamazov sin el monasterio y las tabernas para esas largas disertaciones filosóficas y religiosas?
Hay libros breves (que no llegan a ser cuentos) en los que las descripciones son escasas y tenemos que usar más la imaginación para completar los puntos con los que el autor quiere que dibujemos el retrato de su historia. Hay libros como El corazón de piedra verde, que son un verdadero reto. No solo por su extensión, sino porque nos hacen preguntarnos muchos detalles históricos a los que no les habíamos prestado atención antes.
Creo que es justo decir que el libro carece en muchos pasajes de verosimilitud, así que es válido decir que leerlo es un reto. Si lo terminaron ya, pues felicidades. Si no llegaron a terminarlo, pues ya será otra vez. Lo más interesante de esta novela (que a veces llega muy cerca de lo rosa y se pone más que rubirosa) es la forma en que su autor delata prejuiciada percepción del mundo.
[…] todos los libros que he leído hay dos que catalogo como malos. Uno es “El corazón de piedra verde“, de Salvador de Madariaga y el otro es “El mercader de café”, de David Liss. […]