Me paro en la puerta de la oficina y me pregunto en qué parqueo habré dejado el carro. Llueve un poco y es tarde, pero eso importa poco. Camino en silencio bajo la llovizna, porque aún no hablo sola en voz alta. Pienso en toda la tarde pasada frente a la computadora y en las horas que vendrán mañana, en todo lo que dejé pendiente. Hace un poco de frío y al llegar a mi casa tendré que prepararme la sopa yo misma; seguro no leeré mucho porque el sueño me vencerá temprano.
No, el carro debe estar en el otro parqueo.