Fragmentos

10 junio, 2010 del día Uncategorized

• Ella tenía los pies blancos, largos y delgados. Por lo regular usaba zapatos cerrados y calcetas para cubrirlos. Esa mañana decidió hacer un cambio y se puso unas zapatillas que sólo cubrían sus dedos. Le gustaba ver la blancura de su piel, las venas delineadas con suavidad debajo de ésta. Salió a la calle y llovía. Una gota gorda y fría cayó sobre su pie izquierdo. El escalofrío le recordó que estaba viva.

• Él estaba sentado al otro lado de la mesa. Ella no podía ver el marco rojo de sus lentes, su pelo muy corto, su nariz o sus orejas. Sólo su boca se delineaba perfecta bajo la luz de la lámpara que cubría el resto de su rostro. Lo miraba fascinada, registraba cada cambio en sus labios, la precisión de sus palabras y la magia de sus sonrisas. El asombro le recordó que necesitaba un beso.

• Estaban sentados uno frente al otro. Ella acercó su pie blanco al pie de él, quien con un movimiento sutil y veloz acercó su silla a la de ella. Sus rodillas casi podían tocarse y ambos se inclinaron levemente hacia adelante. Sus labios casi podían tocarse. Ese instante de espera les recordó la forma de eliminar la nostalgia.