Me llevo un trozo de fruta con miel a la boca. Te veo a través de la ventana y el dulce me colma. Pienso que me gustaría que te enamoraras de mí. Que me gustaría necesitarte para endulzar mis mañanas. No me gustaría que fuéramos indispensables el uno para el otro. Más bien, que me necesités como esa miel que magnifica el sabor de la fruta. Que me dejés magnificar la luz de tus días.