La casa está en esa penumbra que queda cuando la tarde se termina y no ha entrado la noche. Yo tengo una escoba en la mano e intento darte una lección sobre cómo barrer porque vos insistís en que es demasiado difícil. Hacemos un par de movimientos y quedás frente a mí. Tu mano tiembla cuando me acaricías la mejilla, me ves a los ojos, te acercás para besarme y tus labios también tiemblan un poco. Lo demás fue cerrar los ojos. A veces la ternura era difícil entre nosotros, pero llenaba todos los espacios en que no cabían palabras. Mis recuerdos son estas pequeñas partículas de tiempo que llenan el reloj de arena de los días que fueron.