Sé que soy invisible para vos.
Soy como la lluvia que escuchás caer sobre el techo de lámina sin saber si es un invento de tu sueño o un hecho de la realidad en la noche. Cuando intento hablarte te convertís en la pared sobre la que rebotan los latidos de mi corazón, sin que uno solo te conmueva. Entonces, me gustaría conocer las palabras mágicas para que tu boca se transforme en sonrisa, en beso; para que mis manos alcancen tu cuello y se enreden en tu pelo.
Si pudiera, me conformaría con mi condición incolora e insabora; me conformaría con verte de lejos, con saber que existís en el mundo y ya. Pero no puedo. Hay una urgencia en mí que me hace buscarte en todos los abismos, en las referencias de una vida que estaría más llena con vos en ella.