Trabajo en una pecera por la cual no circula el aire; la ventana está abierta, pero hay calor y eso no se puede ocultar. Son más de las tres, mucho más. Llega la hora en que el cerebro deja de funcionarme y tengo que saltar para no dormirme, saltar del escritorio, saltar en la silla, slatar por la ventana hasta llegar al mundo.
Muchas veces a esta hora pienso en vos. Es más fácil recordar cuando las ideas nuevas no se animan a salir. Debería leer, como siempre he debido leer más, pero me ataca la pregunta de si te habrás enamorado de algún poema hermoso y no puedo continuar.