Confesarte que anoche soñé con vos puede ser la mayor estupidez de mi día, pero qué le voy a hacer si estabas ahí. Por más que intento dejar de incluirte en mis sueños y en mis planes, por más que trato de sacarte a patadas de mi cabeza, aparecés como si nada, entrás por la pueta principal y te quedás.
A veces me gustaría sacarte de mi cabeza así como te saqué de mis días, de mis conversaciones, de mis ratos de ocio. Me gustaría sacarte de mi cabeza así como pretendo que te saqué de mi vida.
Los sueños se llenan de ilusiones, fallidas y posibles, que llegan para poblar nuestra existencia de sabores amargos y dulces.
No puedo apartar, después de una larga y sabrosa vida, ninguna ilusión, realizada o platónica. De hecho, en esas largas noches donde no me es posible conciliar el sueño, recurro al “viejo truco” de volver a saborear esos viejos amores que marcaron mi existencia.
Al día siguiente, siempre me despierto con una amplia sonrisa y tarareando una vieja canción de amor.
Ya se irá. Los sueños no sobreviven la indiferencia…
Hola Aroldo, me parece un buen truco, he de ponerlo en práctica alguna vez.
Abrazos
Ojalá, Aníbal, Ojalá 😉
Abrazos
Comparto contigo emociones. Es difícil sacarse algo que está tan adentro, tan enraizado. Una vuelta para saludaros. Beso.
Hola Profe, gracias por darte la vuelta por estos lares.
Un abrazo 🙂