Los motivos del elefante

11 mayo, 2018 Artículos

Me he preguntado muchas veces dónde reside la necesidad de tu vida en mis actos y la razón de que estando tú lejos, arda bajo la lluvia la pólvora de mi alma, le escribió Mario Payeras a Yolanda Colom en un tiempo cuando eran jóvenes y el amor estaba naciendo entre ambos. Muchos años después esos versos llegaron a mis manos en un pequeño libro llamado Poemas de la Zona Reina, que leí y leí hasta que podía recitar de memoria ese y otros poemas, porque las palabras me recordaban que existe la nostalgia. Llegué incluso a escribir esos dos primeros versos en el borde de la suela de mis zapatos, con un marcador indeleble, para que me acompañaran a cada paso del camino.

Después de leer muchas otras cosas he vuelto a hacerme esa pregunta, ya no en relación con alguien que me recuerde mi condición de elefante (que ha vivido sin amor, que no olvida y que se avergüenza un poco de su propia ternura), sino con relación a la propia poesía, porque ¿quién necesita poesía en sus actos? Después de reflexionar un poco, creo que quizá esa no es la pregunta correcta, en especial cuando uno ha vivido experiencias conmovedoras con un poema. A estas alturas no les extrañará si les cuento que lloré con un poema de Gelman. Y que lloré con Cómo escupir fuego de Luis Chaves, a quien tuve que rastrear en Internet y escribirle para decírselo. Siempre me ha parecido maravillosa la capacidad que tienen algunos escritores de tomar una serie de palabras y provocar reacciones físicas con ellas.

Yo no leo los libros de poesía en orden. Me gusta abrir una página al azar y ver qué es lo que el poeta guarda para mí; quizá encuentre preguntas de Sabines ¿Qué puedo con inteligentes podridos y con dulces niñas que no quieren hombre sino poesía? ¿Qué puedo entre los poetas uniformados por la academia o por el comunismo? O una sentencia de Pavese: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Puede pasar que Darío me asombre con la riqueza de ese rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha del día y un rebaño de elefantes, porque nadie puede ser magníficamente rico si no tiene un rebaño de elefantes. O quizá no, quizá solo me encuentre con la historia de la Newtonian Girl, un poema que me hizo recordar por qué me gusta de la poesía un día en que ya le había perdido la esperanza, porque Nada es real hasta que lo lavas. Entonces no vuelve a ser lo mismo.